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Los Derechos son un puntal fundamental del edificio del Estado Contemporáneo. Fueron anteriores a él, la teoría que los sacó a la luz desde diferentes ámbitos y postulados permitió levantar un nuevo régimen que se basó en la defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y que se estructuró como lo conocemos, con la separación de poderes, para defenderlos y garantizarlos. Desde el siglo XX este sistema de organización de las sociedades iniciado en el mundo occidental, vio ampliarse la aplicación de los mismos que debía incluir, en primer lugar, a las mujeres; pero también la lista y categoría de derechos para poder seguir evolucionando de acuerdo con los avances de la sociedad, y resolviendo los problemas que los propios avances generaban. Así surgieron los Derechos Sociales que permitieron sobrevivir al sistema liberal al apuntalar sus fundamentos, que era el Estado de Derecho, con el carácter social que le daban, llegándose al Estado Social de Derecho; de ese modo se pudo desarrollar la democracia liberal que caracteriza nuestro sistema de gobierno. El hito que marcó el siglo XX fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidad (ONU) en 1948, elaborada por representantes de todas las regiones del mundo con diferentes antecedentes jurídicos y culturales, como un ideal común para todos los pueblos y naciones, y estableciendo por primera vez los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero.  Pero, tal y como se planteó en el curso de verano de 2024, la Democracia está en crisis, y con ella la defensa de los derechos fundamentales. Por ello, conviene analizar histórica, jurídica y políticamente el significado de los Derechos en nuestra civilización, y recordar lo que aparece en el Preámbulo de la citada Declaración: “Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad…”